A sabiendas de que llego tarde para comentar un suceso que ocurrió hace aproximadamente tres meses (¡sólo tres meses! como caducan de rápido las cosas), no quisiera dejar de dar mi opinión sobre un acontecimiento que considero relevante respecto a los límites del humor. ¿Y para qué demonios opina una paloma y a quién le importa? Quédese, lectora o lector, e intente comprobar esto de primera mano. El asunto fundamental de este breve artículo tiene que ver, principalmente, con los límites del humor.
En lo que sigue trataré de responder a está cuestión poniendo como ejemplo, y describiendo, el acontecimiento ya sabido de Will Smith, Jada Pinkett y Chris Rock, para luego dar mi opinión de paloma. Páselo usted bien.
Skinner Describe:
El pasado domingo 27 de marzo se celebró, en el teatro Dolby Theatre de Los Ángeles, el evento de los Premios Óscar 2022. En esta conocida celebración del mundo del cine ocurrió un suceso que implicaría (en un mismo pack) a la comedia y a la violencia. Los protagonistas principales de lo que sucedió fueron: Will Smith, Chris Rock y Jada Pinkett.
Como en ediciones anteriores el acto acontecía sin ningún sobresalto excesivo. Pero ocurrió que el humorista y conductor de la gala, Chris Rock, se dirigió a Jada Pinkett (pareja de Will Smith) y le dijo lo siguiente:
«Jada, te quiero. Estoy deseando verte en La teniente O’Neil 2»
El cómico había realizado un chiste sobre la actriz. La respuesta primera y refleja de Will Smith tras esta gracieta fue la de una risa inocente. A su pareja, sin embargo, se le dibujó en el rostro una mueca de desagrado. El comentario hacía referencia a una particularidad física del cuerpo de aquella la cual tenía, en efecto, la cabeza rapada por problemas de alopecia. El actor, tras ver que a su mujer no le hizo nada de gracia la frase del cómico, rectificó su sonrisa inicial y entró en cólera. Sin pensarlo (pues pensar y reaccionar en estas situaciones se excluyen) se levantó de su asiento y propinó una sonora bofetada al cómico en el rostro. Chris Rock de una pieza y con un aguante estoico que ni Zenon de Citio se mantuvo en su sitio y dijo lo siguiente:
«Will Smith me acaba de hacer pedazos»
Pero el anteriormente conocido como Príncipe de Bel-Air, enfurecido por lo sucedido, le respondió al cómico lo siguiente:
«¡Mantén el nombre de mi mujer fuera de tu puta boca!»
Chris Rock, entre sorprendido e incrédulo por la agresión recibida le dijo:
«¡Tío! ¿Sí? Era un chiste sobre la película»
Will:
«(Insiste) ¡Mantén el nombre de mi mujer fuera de tu puta boca!»
Chris:
«Lo haré. ¿Vale? […] Es la mejor noche en la historia de la televisión»
Jada (a la que iba dirigido el chiste):
(completo y absoluto silencio)
Ocurrido todo este esperpento, Will Smith recibiría poco después el Oscar a mejor actor por El método William.
Recapitulando. En los Premios Oscar el conductor de la gala, cómico de profesión, hace un chiste. Este está dirigido a un atributo físico de Jada Pinkett. La pareja de a quién se refiere el comentario chistoso primero ríe y luego entra en cólera. La situación se salda con un bofetón y una situación, como mínimo, incómoda.
Hasta aquí la descripción de los sucedido. Vamos con la opinión.
Skinner Opina:
Antes que nada quisiera dejar claro una serie de cosas respecto a lo que sigue. Me ceñiré para mi opinión solamente en el acontecimiento por sí mismo, es decir, dejaré de lado toda trama que pudiera explicar o implicar a los protagonistas (sus relaciones, su relato previo); así como lo bueno, malo, regular del contenido del comentario cómico (el chiste, tomado por sí mismo, es, en realidad, de una simpleza y suavidad que casi es una caricia). Entiendo que esta posición tomada pudiera resultar incompleta, pero aquí intentaré valorar la comedia y la libertad de poder hacerla (o reaccionar a ella), más allá de cualquier otra consideración. Por último quisiera dejar clara mi falibilidad, es decir, ni esto pretende sentenciar sobre nada, ni es una postura fija e inamovible. No se olvide que soy sólo una paloma.
¿Cual es mi opinión, entonces, respecto a los límites del humor? Lo primero que puedo decir es que lo sucedido en la gala de los Óscar fue, para mi, un acontecimiento que bien querría que formase parte de una sociedad ideal. Me explico. Valoro por encima de todo el sentido del humor y la posibilidad de poder ejercer el mismo con libertad. Pero, en efecto, si valoro y defiendo la libertad de quién sea a realizar un chiste (por poco gracioso que me resulte), también haré lo mismo con la libertad de reacción de quién sea respecto al chiste (por muy poco apropiada que me resulte). Si yo soy cómico y hago comedia delicada asumo un riesgo. De hecho ese es el poder (y la valentía) de lo cómico: atreverse a lo incorrecto siendo consciente de una posible reacción adversa por parte del receptor del chiste.
Creo que ni el humor debe tener límites ni, siguiendo el mismo razonamiento, la reacción de las personas (o palomas) a un chiste tampoco. De hecho Chris Rock pudiera haber reaccionado de igual forma a la agresión recibida —y siguiendo la lógica hasta aquí mantenida me hubiera parecido bien—. Con esto quiero dar a entender que el mundo, la realidad, lo que nos pasa o nos deja de pasar no responde a un guión.
Si realizo esta afirmación: «el humor no debe tener límites» no podría, creo yo, poner límites a la reacción de la otra parre del chiste, sería inconsistente con el punto de vista mantenido. ¿Esto significa que, a partir de ahora, por cada chiste delicado el que cuente la gracieta merezca recibir una agresión? Rotundamente NO. Pero, es verdad que hacer humor (sobre todo el que hace Chris Rock y que a esta paloma no le entusiasma) implica muchas veces un riesgo.
En definitiva, si creo que algo no debe tener límites no querré, necesariamente, límites para la otra parte implicada en esto que quiero que no tenga límites (¿me explico?). Por otra parte, cualquier conducta dirigida al ambiente en el que me encuentre (sea con palabras, acciones, etc.) implica algo que no soy yo. Y debido a esto la realidad no tiene ninguna obligación a subordinarse a lo que yo crea que deba ocurrir (esto es aplicable por igual al que cuenta la gracia como al que la recibe). Parece ser que el mundo sigue siendo un lugar incontrolable que ni el chiste (ni las opiniones de nadie) puede domar.