«Hágalo usted mismo». Odio esta frase. Aunque pudiera parecer que es una llamada a la libertad y la autonomía es justamente lo contrario. Dicho enunciado hay que situarlo en un contexto de trabajo en relación con las nuevas tecnologías. Para explicar esto voy a contar una anécdota que me sucedió al ir a una oficina bancaria.
Una mañana cualquiera me dirigía al banco del que soy cliente. Nada importante: gestiones normales y las típicas dudas. Llegué a mi destino, y como era de esperar, había una fila enorme. Me coloqué en la cola con la esperanza de que fuera rápido. Detrás de mí había una persona de mediana edad pero (como ella me diría) con cierta dificultad para ver. Después de que me contara su situación, la dejé pasar delante.
El tiempo transcurría y las personas iban terminado sus gestiones. Llegó el turno de la señora que había dejado pasar. Como estaba cerca de ella no pude evitar escuchar y ver como la atendían. El responsable del banco le decía, una y otra vez, que podía llevar a cabo esa gestión por la aplicación. Ella se negaba y comentaba que quería que le resolvieran sus problemas en el mismo banco; que a parte de no ver bien, no sabía manejar con mucha soltura su smartphone. Al final, y a duras penas, consiguió su objetivo.
Llegó mi turno. No pasaron ni 30 segundos y me dijeron la frase mágica: «hágalo usted mismo por la aplicación». Tras esperar cerca de una hora, esa fue la respuesta.
Y yo me pregunto, ¿para qué existen las oficinas físicas? ¿Por qué he de gastar yo mi tiempo haciendo una gestión (por muy simple o rápida que sea) que no me corresponde? Ese es el regalo envenenado del maridaje de las tecnologías con lo laboral. Relación que hemos naturalizado y la vemos como normal.
Tres conclusiones nefastas saqué de todo esto:
- La eliminación de puestos de trabajo. Si el cliente ya hace la gestión la empresa se pueden ahorrar un puesto laboral.
- La carga de trabajo adicional que cada uno de nosotros adquiere.
- La progresiva eliminación de los espacios físicos (oficinas, establecimientos, etc.) por los espacios virtuales (aplicaciones, etc.) con la correspondiente pérdida de interacción real entre personas.
Las nuevas tecnologías son perfectas para todo esto. Si soy una empresa minimizo costes: traslado el trabajo que yo debería hacer a otra persona ajena al propio trabajo y me puedo ahorrar un trabajador. De esto se concluye que todos adquirimos funciones nuevas dentro del engranaje optimizado del sistema económico neoliberal. Y por el camino los espacios virtuales van sustituyendo a los espacios reales: para que voy a ir a comprar un libro a la librería si puedo pedirlo por amazon. Los pequeños establecimientos de barrio van perdiendo así su sentido y son engullidos por las grandes empresas. Y estas tendrán como trabajadores sin sueldo (sabiéndolo o no, gustándote o no) a tí y a mí, lectora o lector.
Y no me da la gana. No quiero ahorrar costes y trabajadores a una empresa al hacerles parte de su trabajo. No quiero salir de mi curro jodido y cansado y ponerme a trabajar para otros con gestiones de mierda. Me niego a la progresiva eliminación de los espacios físicos; lugar no sólo comercial, sino de interacción y hasta de comunidad entre personas.
Conclusión. El «hágalo usted mismo» tiene tres caballos de troya: un despido, un trabajo no remunerado (el que vas a hacer tú a través de tu smartphone), y una erosión en las relaciones humanas cotidianas.
Hola, Paloma con carpeta!
También vemos el hágalo usted mismo para pagar en las cajas autopago de algunas tiendas de ropa, supermercados, grandes superficies…..
Siempre son grandes cadenas que facturan millones de euros, nunca lo veremos en tiendas de barrio.
Nosotros podemos decidir si compramos en este tipo de tiendas y «trabajar» para ellos a la hora de pagar o ir a otro tipo de tiendas, ya que puedes comprar ropa, comida, libros, tecnología y demás cosas en muchos otros comercios.
Lo peor es que nos hagan «trabajar» cuando vamos a nuestro banco. Empresas fusionadas con las que estamos obligados sí o sí a tener un contrato con ellos para cobrar nuestros salarios, pagar nuestras facturas….
Nos cobran claúsulas sin avisar y directamente nos lo quitan de la cuenta, venden activos chungos para su beneficio sin pensar en el cliente, rechazan hipotecas cuando a ellos no les cuadra el salario de la persona que lo pide, mueven el dinero de todos sus clientes para su propio beneficio, dividendos jugosos entre los altos cargos….
Encima te dicen que lo que necesitas cuando vas a solucionar o pedir información de algo, lo puedes hacer desde un teléfono u ordenador, que no hace falta que vayas a molestar a sus empleados.
Hay muchas tiendas para comprar y tú decides donde lo quieres hacer, o en una gran superficie que te puede hacer «trabajar» a la hora de pagar o en un comercio de barrio.
Lo que nunca habrá son entidades bancarias de barrio.
Completamente de acuerdo Toto Benarés. Yo puse el ejemplo concreto del banco para intentar mostrar como las nuevas tecnologías vienen a optimizar la lógica del «máximo beneficio mínimo gasto». Con la correspondiente pérdida de humanidad por el camino. Pero podrían valer muchos otros muchos ejemplos.
Es curioso que entre más multinacional y grande es una empresa más «hágalo usted mismo», y entre más pequeña más atención en corto. La multinacional que gana millones se ahorra incluso más dinero al trasladar parte de su trabajo al comprador. Sin embargo una pequeña tienda de barrio está 100% cuidando su pequeño negocio, trabajando sin descanso, atenta a cualquier necesidad que necesite el cliente. Es también un pequeño lugar de socialización: no sólo se va a comprar, sino que también hay interacción entre las personas.
Lo de los bancos ya es otra locura. Muy de acuerdo con todo lo que dices. Lo que pretendía mostrar con el artículo era como las nuevas tecnologías incidían en las nuevas formas de trabajo desde la perspectiva de una persona cualquiera que va a solicitar un servicio o un producto. Y para esto usé el ejemplo concreto de dichas entidades. Pero lo de los bancos en sí ya es otro asunto a parte muy jodido. Tú lo explicas muy bien en tu comentario. Así que poco más que añadir. Carecemos de alternativas no privadas para guardar y gestionar el poco dinero que tenemos. Y mientras tanto se lleva a cabo una economía de casino en tu entidad bancaria de confianza.
Has tocado muchos temas interesantes que quizás trate en otros artículos. Un placer leerte Toto Benarés.
Otro paso más en convertir a las personas en engranajes de una maquinaria donde somos trabajadores y consumidores. Un recurso a explotar…
Totalmente de acuerdo Sdffree. El binomio inextinguible de nuestras sociedades contemporáneas: trabajar-consumir, y vuelta a empezar. Somos para ese punto de vista un recurso a explotar, sin ninguna duda.
¿Crees, Sdffre, que hay forma de escapar de esa maquinaria? ¿O no nos queda otra que subir, una y otra vez, la piedra por la montaña como Sísifo?
Y aquí, nos vemos en un proceso donde las tecnologías nos deshumanizan. Donde las personas se comportan como las mismas ya que esa respuesta la puedo obtener en un navegador cualquiera de una aplicación cualquiera. Y ahí, en el «cualquiera» se pierde toda humanidad, todo proceso de individualización y diferenciación, quedando absolutamente a merced de una tecnología creada precisamente por ese ser humano que se deshumaniza en el proceso…
El » yo» vuelve a sí mismo…pero su contra.
Bienvenida Cristel a «Palomastown» :).
Es curioso como un determinado uso de una creación humana nos termina des-humanizando. ¿Al final quién sirve a quién? Nos convertimos en «cualquiera», como dices, una pieza más del puzle. Al final todos somos reducibles a algoritmo. Por eso creo que hay que hacer todo lo posible por no encajar en ningún algoritmo o estadística. Dificultarle la tarea al sistema, aunque sólo sea (que no es poco) por re-humanizarnos.
Me ha gustado mucho tu comentario Cristel.