La sociedad del espectáculo

Quisiera dar mi opinión («yo también quiero ser popular») del acontecimiento del momento. No sé si te pasa lo mismo que a mi —lectora o lector— pero no puedo quitarme de la cabeza la última canción de Shakira y Bizarrap. Si no vives en una cueva supongo que sabes de que te estoy hablando. En efecto, esa canción pegadiza que no se va ni con lejía de tu cerebro, ese ritmo repetitivo que nos vuelve a todos lelos; a esta música es a lo que me refiero: «uhh, uhh, uhh, uhh». La canción se ha convertido para mi en el himno actual de una sociedad reducida a espectáculo. Acampañadme y os cuento a que me refiero con esto.

¿Qué entemos aquí por sociedad del espectáculo? Creo que se verá claro si analizamos el fenómeno de la última canción de Shakira y Bizarrap. Vayamos por partes. Grosso modo la cuestión general es que dos millonarios han tenido problemas, y que estos problemas, además, deben importarnos a ti y a mi. Una de las protagonistas de este drama, en colaboración con un tal Bizarrap, ha hecho una canción con un estribillo muy pegadizo. La magia de la postproducción ha conseguido que algo tan sencillo se instale en el cerebro sin posibilidad de omisión.

Pues bien. El resultado que obtenemos de todo esto es una melodía hasta arriba de glutamato de la cual es imposible liberarse. Pero esto no se queda sólo en la mera canción, sino que hay mucho texto que la envuelve. Parece ser que el tema musical es una especie de «ajuste de cuentas» de Shakira (la cantante) a su antigua pareja sentimental: el futbolista Piqué. Todo esto tiene muchos matices que todo el mundo sabe, y que aquí no interesa ahora resaltar. Lo que si se quiere poner de relieve es el impacto que ha tenido este fenómeno en la sociedad. A cualquiera que le preguntes sobre el tema no tarda ni un segundo en manifestar su opinión. Probablemente, los protagonistas de este evento hayan montado dicho circo para incrementar sus abundantes fortunas. Y nosotros nos lo tomamos en serio y colaboramos para que todo el espectáculo se perpetúe.

Y yo me pregunto: ¿cómo se mantiene todo este esperpento? ¿cómo un suceso de estas características pasa de mero entretenimiento a algo de una importancia notable?

Mientras le seguimos el juego a este circo (aplaudiendo o abucheando) dos personas se hacen ricas monetizando todas las facetas de sus vidas. Pero ocurre que —y tú lo habrás notado, lectora o lector— se da un fenómeno paralelo en estas sociedades del espectáculo. La vida, sin duda alguna, está más cara que nunca. Los alimentos, la vivienda y la luz no paran de subir. Y a todo esto —como dice ella en su canción— «Shakira factura». Y nosotros damos palmas y entramos en su juego. ¡Qué un cartón de leche de marca blanca vale casi un euro! Es obsceno.

Pero puedo oír tus dudas, —me dirijo a ti que lees esto—. Puedes pensar que establecer una relación causal entre dicha canción y el incremento del precio de la vida es un disparate. ¿Qué tendrá que ver todo este culebrón con el aumento del precio del cartón de leche? —te escucho decir maliciosamente, a la vez que gritas «¡inflación!»—. Pues probablemente tengas razón. Ahora bien, existe algo así como una «máxima social». Esta consiste en que aquello que socialmente preocupa y se atiende es aquello que termina por existir. Si vemos como muy importantes las peleitas personales de estos dos millonarios, estableceremos esto como lo socialmente relevante. Y su importancia (hoy es esto, mañana será algo similar) terminará diluyendo en la nada los problemas fundamentales de la vida cotidiana de cualquiera, a saber: el incremento del precio de la alimentación, de la luz y de la vivienda (entre otras cosas).

Ahora bien: ¡que no falte nunca el circo!

En fin. Cada vez todo esto me recuerda más a un episodio de Black Mirror. O mejor aún: a la maravillosa película de Idiocracia. Todo se ha reducido y adquiere las formas de una sociedad del espectáculo. Y cada vez somos más estúpidos. Es lo que hay (y la responsabilidad es nuestra).

Idiocracia (2006), Mike Judge.

Mientras mantengan nuestros impulsos y sentimientos dirigidos, mientras nos den a quien amar u odiar, nos da igual que nos pasen por encima hasta en los derechos más básicos. Esta situación que estamos viviendo se puede asemejar también al pan y circo de los romanos. Aunque esta vez parece que hay una diferencia fundamental. El circo continua, sin duda, y por mucho tiempo. Pero lo que ya no veo tan claro es la seguridad de que el pan sea una garantía. Todo esto dependerá del tiempo que queramos seguir dándole importancia a este circo, como si nos fuera la vida en ello.

Nunca esta de más recordar aquella frase tan sabia de Los Simpsons que creo que podría funcionar como antídoto a todo esto. Paul Anka te lo canta:

Y ya para terminar no hay que olvidar que esta gente factura porque nos gusta el salseo. Ver como la gente sufre y odia son dos valores muy importantes de nuestros estilo de vida contemporáneo (por muy triste que suene). Valores de mierda de una sociedad que considera que el espectáculo de unos millonarios es más importante que llegar a fin de mes de forma decente.

Puedo sacrificar una vida digna, pero que no me quiten —¡nunca!— mis minutos de odio: «¡uhh uhh uhh uhh!». No es entretenimiento ¡es sociedad del espectáculo!

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Por Skinner Carpeta

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2 comentarios

  1. Mis minutos de odio y los derechos de minorías, más importantes que los derechos fundamentales de los integrantes de la sociedad.
    Muy buen artículo, elevado a la par que accesible y hacer de algo tan banal , un tema interesante. Siga así Sr skinner carpeta

    1. TODOS estamos dentro de esta sociedad del espectáculo, sin distinción. Y a TODOS nos interesa cobrar conciencia de este asunto. Quizá el secreto esté en salirse de esta representación teatral llamada sociedad del espectáculo; no jugar su juego. Muchas gracias por el comentario Markussdf.

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